Javier, el artesano
Acaricio los dedos del Hijo destronado en el taller desdentado de ‘ las imágenes inertes’ donde habita el surgir de la más honda humanidad.
Me ha invitado a entrar y a cada paso que doy el espacio se vuelve tiempo y la calle adoquinada se levanta tras de mí. Mientras escucho al maestro hablar de su viejo oficio, la calle ha estallado en mil espacios por la que transitan burros, mulas y bueyes sobre el ahora camino de polvo, sal y esperanza.
Sin saberlo, somos amigos desde que nos vimos, de una forma primigenia somos amigos desde ese día. Intento comprender a los hijos de esta tierra que es la mía. A los frutos del mar y la tierra. Y si escuchas a Javier, si estás atento sabrás que detrás de su voz y sonrisa está oculto el polvo y la sal. Seguro que no es casualidad que esté en la calle del ‘monstruo de la naturaleza’, como Cervantes dijo de Lope, hablando con el maestro. Viendo y oliendo el surgir de los tiempos, porque desde aquí la calle, que está a un paso, es ahora el infinito y desconocido espacio donde habitan las bestias.
Javier, sigue siendo el primer humano que habita en la cueva de las sombras y que con el fuego de su imaginación, desde sus manos, alumbrará los primeros signos de la humanidad.