El conocimiento no está en el viaje, en el andar, sino en el regreso. Es en el reflejo donde puedes percibir la imagen. En el regreso es donde se hace el camino. Se lo he dicho a Jep mientras la tarde se incendia mirando las sirenas en el faro del fin del mundo. El Sr.Holmes aún no ha llegado. Lleva unos días intentando resolver el asunto de los abejorros que se escapan de los invernaderos.
Jep no ha contestado. Hemos preferido el silencio del ocaso y dejar que el mar se fundiera con su sonido. Y es cuando se ha acordado de lo que le contó un forense en una barra de bar de mala muerte. Le dijo que un poco más allá de las sirenas encontraron el cadáver del hombre desaparecido. Un vejo pescador de la Isleta fue el que antes del amanecer pudo oír el maullido de un gato. Él fue quien vio al recién nacido sobre las costillas del hombre desaparecido. Eso le contó el forense que al día siguiente soñó su autopsia en el momento que deslizaba el cuello hacia el nudo; y lo ajustó antes de descender al cielo. Jep, lo supo después.
Sherlock ha llegado para escuchar las últimas palabras del Sr. Gambardella y éste ha callado. Hemos notado su presencia y Jep ha preferido agotar por ahora su historia. A su llegada no ha dicho nada. Los tres estamos en el precipicio de las sirenas. Ellos lucen traje blanco y negro con paraguas y no hay luz para más colores. El horizonte destella y justo he apreciado la sonrisa del conocimiento en el leve surco de la cara del Sr . Holmes. Es evidente que algo sabe.
Entre los caballeros prevalece la elegancia y la sinceridad. Así tiene que ser. Por eso he entregado a Sherlock a las sirenas. Como caballero inglés ha caído con su paraguas cerrado. Al italiano no he tenido nada más que mirarlo para que él entendiera que el asunto trataba de un señor español. Por eso ha saltado, para iluminar con su limpio traje blanco a las sirenas. Solo en el faro del fin del mundo. La tormenta llega por el mar y tengo que emprender el camino de regreso.