Permítame importunarle en los días previos a su triunfal entrada de Cesar en Roma cuando el mundo era Roma. Lo imagino ocupado con los preparativos así que seré breve.
Por aquí se habla mucho de Usted, los modistos del más acá, especialistas y opinólogos, anuncian su traje del doce en colores de incertidumbre, tonos de veneración y destellos de temor. Comentan sus modistos que habrá un antes y un después, que viene Usted de subidón que lo rompe y que le han diseñado unos bolsillos de cajitas vacías por rellenar, tijeras bien afiladitas de podar y dádivas de quimio para el enfermo. La moda es lo que tiene, a veces gusta y otras no, y, al parecer, el traje que le anuncian no gusta lo más mínimo al personal que tan perdido como siempre, entre gambas y cáscaras, entre la molla y la raspa, entre liberados y ultraliberales, entre se alquila y se vende, entre compradores y comprados, entre la estupidez y el engaño, entre el parecer y el ser, entre los de arriba los de en medio y los de abajo, ha emprendido la huida con su sálvese quién pueda.
El caso es que su traje me parece pretencioso y poco original, me recuerda a esas personas retocadas con el maquillaje de mira que interesante y profundo soy. Nos movemos en sentido contrario, nos iremos conociendo, tenemos tiempo por delante: su tiempo y el nuestro. Usted cumplirá con el suyo, nosotros…¿nosotros?
En fin… de año
no me despido.