Sobre los disparos y la sangre de la inevitable primavera, te has asomado a la ventana, has visto arder la ciudad, has oído a la turba gritar libertad y pensado que es hora de apuntar directo donde más duele, de prender la mecha de lo más hondo para quemar lo viejo.
Has dejado caer la ropa a unos cientos de años en el pozo del pasado y te has vestido el desnudo de medias negras y zapatos rojos; y mirando de frente has disparado la bala más dulce y limpia, la que no quieren ver, de la que no quieren saber, Aliaa, y tú se la has ofrecido.
Los buenos muchachos que gritan libertad, cuando sepan de ti, perderán su revolución y sus gritos se ahogarán en el desnudo de tu piel. Cuando sepan de ti se callarán avergonzados y todos miraran a tu ventana y entonces sabrás, tú sola desde la ventana, que los buenos y los malos son primos hermanos, sólo que están enfrente, que los que gritan libertad también quieren arrancarte sus vergüenzas porque tú se las has mostrado. Desde tu ventana los has desnudado y los has puesto de acuerdo a todos y sienten vergüenza y rabia de su miseria, les has dicho, mirándolos de frente, que son feos. No sé si sabrás que los feos no se soportan y siempre serán feos por más que griten, por más que sean pobres o ricos, que se compren, que se vistan, que lean, que estudien, que aparenten, que se maquillen y sean educados, por más que sean guapos, los feos siempre serán feos y en su pequeño fondo oscuro no toleran lo distinto. Y tú eres tan distinta y bella, Aliaa. Ya sabes que tienes que cuidarte, ya sabes que irán a por ti y, aún así, tu ventana… no la podrán romper.
Eres Aliaa Elmahdy, tienes 20 años, y tú eres la revolución.